miércoles, 1 de mayo de 2024

 


El maleficio

La vida de sonreía a Ismael. Un trabajo estable, no ganaba mucho, pero le alcanzaba, en su casa, su mujer y sus dos hijos disfrutaban de paz, como en toda casa algo faltaba, era la economía, pero solucionaban los problemas.

Ella una mujer bonita, frisaba los 35 años, esbelta y siempre con la sonrisa en los labios. Juan su hijo mayor tenia 12 años, buen estudiante y siempre orgulloso de su padre. Felipe un mocito de 6 años, la alegría del hogar.

Ismael trabajaba en una oficina de CNT, su sueldo, sin ser mucho alcanzaba, y a veces con las justas para la mantención del hogar.

 Bien parecido, alto, cuerpo en buenas condiciones. Algunas de sus compañeras se insinuaban permanentemente, él no les hacia caso, hasta que llegó Pepita a trabajar, le flecho desde el comienzo, no pudo resistirse, cayo en brazos de ella.

De a poco fueron intimando, tuvieron sus primeros encuentros, hasta que un día le propuso ser más que amigos, ella dijo que si, pero que si se propasaba le iría mal a él pues ella estaba embrujada y aquel que tuviera un romance impetuoso corría el riesgo de se castigado, al menos si no contraían matrimonio por la iglesia y se encomendaban en cuerpo y alma a Dios.

Ismael se rio de aquel conjuro y le prometió que iba a cumplir con esta exigencia y que no tendría problema de divorciase de su esposa y casarse con Pepita.

Tuvieron el romance, Ismael poseyó a Pepita y cuando ella le pidió cumpliera con el conjuro, él volvió a reírse y diciendo que el no cree en esas cosas se alejó silbando una canción.

Llegó a su casa, sintió un hormigueo en el cuerpo, quiso abrir la puerta con su llave, no pudo sostenerla, llamo al timbre y cuando salió su esposa, pegó un grito de terror y cayo desfallecida en la misma entrada de la casa, sin saber porque ni que hacer la tomó entre sus brazos, la llevo a la habitación, la depositó en la cama y cuando se levantó, se miró al espejo, se vio cual era en ese momento, merced al embrujo.

Tenia la cabeza de un toro, con un par de cuernos en su frente, los ojos rojos, en la nariz una argolla que servía para conducirlo y de su boca, u hocico le salía una lengua grande y morada, sus pies eran dos pezuñas de toro, tenía orejas de toro u un rabo largo.

El terror se apoderó de él, y mientras una carcajada del ultramundo inundaba la habitación, Ismael, el infiel marido, caía de bruces en la cama junto a la engañada.

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