JAUNECHE
Había una vez un joven llamado
Jauneche que nació en un cantón de la costa ecuatoriana. Su madre era una
campesina que no tuvo la oportunidad de recibir educación y su padre era su primo,
Jauneche nació con una discapacidad mental y creció con su madre, quien se
arrimaba a cualquier portal para sobrevivir.
Desde muy temprana edad, Jauneche se
dio cuenta de que era diferente a los demás niños. No podía hablar bien y le
costaba entender lo que le decían. A medida que crecía, su discapacidad se hizo
más evidente y los niños del pueblo comenzaron a burlarse de él. Lo llamaban
“el tonto” y se reían de él cada vez que lo veían.
Jauneche no tenía amigos y pasaba la
mayor parte del tiempo solo. Su madre lo cuidaba lo mejor que podía, pero no sabía
cómo ayudarlo. A medida que Jauneche crecía, comenzó a engordar y a comer en el
suelo con las manos, como cualquier animal. Su madre no podía permitirse
comprarle comida todos los días, así que Jauneche tenía que buscar comida en la
basura o pedirle a la gente del pueblo que le diera algo para comer.
A más de su incapacidad intelectiva, padecía
de epilepsia, constantemente caía en la calle con ataques epilépticos, debía
tomar epamín todos los días, pero no contaba con dinero para comprar la
medicina.
A pesar de sus dificultades, Jauneche
era un joven amable y cariñoso. Siempre trataba de ayudar a los demás y nunca
hacía daño a nadie. Pero los niños del pueblo no lo veían así. Para ellos,
Jauneche era un objeto de burla y lo trataban como si fuera menos que un ser humano.
Un día, mientras buscaba comida en la
basura, Jauneche conoció a un hombre llamado Pedro. Pedro era malvado se
dedicaba a hacer cosas ilegales. Le gustaba engañar a la gente y robarles el
dinero. Cuando vio a Jauneche, supo que podía usarlo para sus propios fines.
Pedro comenzó a pasar tiempo con
Jauneche y le prometió darle comida y dinero si hacía lo que él le decía. Al
principio, Jauneche estaba asustado y no quería hacer nada malo. Pero Pedro lo
convenció de que no había nada de malo en ganar dinero fácilmente.
Así fue como Jauneche comenzó a
trabajar para Pedro. Le obligaban a realizar peleas callejeras y a pegar a
personas que le caían mal, si algún mozalbete lo insultaba, Jauneche lo
perseguía por toda la plaza, pero nunca los alcanzaba, porque no quería
hacerles daño, solo los asustaba., pero tal era la insistencia de Pedro que
empezó a pegar a la gente, y luego a pelear de forma desaforada. Al principio,
Jauneche se resistió, pero luego se dio cuenta de que no tenía otra opción. Si
no hacía lo que Pedro le decía, no tendría nada para comer.
A medida que pasaba el tiempo, las
peleas se volvieron más violentas y peligrosas. Jauneche estaba asustado todo
el tiempo y no sabía qué hacer. Pero Pedro siempre estaba allí para decirle qué
no pasaba nada.
Un día, Pedro le ordenó a Jauneche
pegarle a un señor mayor que había sido amable con él en el pasado. Jauneche no
quería hacerlo, pero Pedro lo amenazó con dejarlo sin comida si no lo hacía.
Jauneche obedeció las órdenes de Pedro
y golpeó al señor mayor hasta dejarlo inconsciente. Cuando se dio cuenta de lo
que había hecho, sintió un gran remordimiento y lloró durante horas.
Pero ya era demasiado tarde. Acusaron
a Jauneche, este se sintió solo, Pedro negó que andaba con Jauneche, este se
adentró en el monte, fue aguas arriba del rio Macul hasta llegar a Barro
Colorado.
Pasó algún tiempo, la gente se había
olvidado del hombre que siendo bueno lo transformaron en malo. Pedro a su vez
continuaba con su vida normal, logro amasar alguna fortuna, llegó a ser alguna
autoridad, siempre imponiendo su voluntad.
Jauneche apareció en el pueblo luego
de algunos años, más gordo, con la mirada extraviada, las facciones duras,
había perdido sus dientes anteriores, el cuello grueso, los hombros anchos y
fornidos, su espalda demostraba el trabajo que había realizado, se dedicó a
estibar sacos de cacao, racimos de verde, café en grano.
La poca memoria que tenía, había
borrado los episodios vividos en el pueblo, transitaba normalmente y continuaba
pidiendo alimentos para su supervivencia.
Pedro lo encontró alguna vez en la
calle, lo llevó con él, le vistió con ropa vieja y lo convirtió en su guardaespaldas.
Fue en la noche de vísperas de
aniversario del pueblo, Pedro salió con amigos a las celebraciones, Jauneche
estaba tras suyo cuidándole las espaldas.
La noche transcurrió plácidamente. La
comitiva de Pedro se divertía a lo grande, Jauneche de pie, junto a su amo. Se
fueron de copas, la embriaguez hacia presa del cerebro de Pedro, quiso bailar
con una muchacha, ella viéndolo mareado no quiso, se armó la pelea. Los
parientes de la chica salieron a su defensa, no querían dañar a Pedro, pero
este viéndose perdido saco un gran cuchillo que brillo a la luz de los faroles,
los parientes desenfundaron los revólveres, se tardaron minutos creyendo que
Pedro retrocedería, pero no, más bien vociferaba tremendos horrores. Jauneche
tambaleándose de un lado al otro se puso delante de su amo, mientras los revólveres
rugían en estrepitosa detonación. El proyectil alcanzó la máxima velocidad y en
lugar de morder la carne de Pedro, ingreso directo al corazón de Jauneche.
Cayo cuan pesado era su cuerpo,
quedando en mitad del charco de su propia sangre, mientras que Pedro y sus
allegados desaparecieron del lugar.
El cuerpo de Jauneche quedo solo,
todos los asistentes a la fiesta desaparecieron, la obscuridad se hizo total y
solamente los grillos acompañaron con su lúgubre canto el velorio de Jauneche.
La historia de Jauneche es triste y
desgarradora. Nos recuerda la importancia de tratar a todas las personas con
respeto y dignidad, independientemente de sus habilidades o discapacidades.
Julio H. Ochoa Vicuña
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